Mediocridad del atletismo español

EN BARCELONA, en Madrid, en Alicante, vi jugar al tenis a Carlos Ferrer Salat. Fue campeón de España. Atrás la etapa discreta de Massip y Bartolí, a Carlos Ferrer Salat le acompañaban Olózaga, los hermanos Martínez y poco más. No existían en el tenis internacional. Presencié la eliminatoria de la Copa Davis contra Italia en el Club Puerta de Hierro de Madrid y Cuchelli, del Bello y el gigante Sirola nos endosaron un 5-0 humillante. Después aparecería Juan Manuel Couder que obtuvo resultados internacionales de relieve y, un poco más tarde, Manolo Santana que lo ganó todo, fue número uno e instaló al tenis español en la cumbre. Pilar Barril y Mercedes Solsona, que eran las estrellas menores de la época de Ferrer Salat, fueron sucedidas por Carmen Hernández Coronado y la estupenda Ana María Estadella que dieron paso a la fiera de mi niña, Arancha Sánchez Vicario y también a Conchita Martínez.

Un día conversando en mi despacho del ABC verdadero con Carlos Ferrer Salat, inolvidado amigo, al expresarle yo mi pesimismo ante los Juegos Olímpicos de 1992, conseguidos por Samaranch para España, el empresario y tenista me dijo:

-Dinero, dinero y dinero. Un deportista de alta competición no puede dedicar parte de su jornada al trabajo.

Se inventó Carlos Ferrer el plan ADO y en Barcelona 92 alcanzamos resultados de relieve. Tenía razón el empresario. Solo la dedicación plena permite a un deportista desenvolverse en la alta competición.

España es la cuarta potencia cultural del mundo y, unida al ámbito del idioma español, competiría por los dos puestos de cabeza. A pesar de la crisis, España se mueve entre los puestos 10 y 12 como potencia económica. En los mundiales de atletismo hemos ocupado el lugar 31 y, lo que es peor, nos hemos quedado fuera de las principales finales. Nuestro atletismo navega en la mediocridad. Si finalmente Madrid se encarama en la organización de los Juegos Olímpicos del año 2020 habrá que poner en marcha, como hizo Carlos Ferrer Salat, un plan ADO para que nuestros atletas no hagan el ridículo. Y eso significa dinero, dinero y dinero. Hay que empezar ya. Tenemos el tiempo justo para formar a esos atletas. España ocupa lugares cimeros en futbol, baloncesto, tenis, balonmano, waterpolo, automovilismo y, sobre todo, motociclismo. En atletismo no figuramos siquiera entre los 30 primeros países del mundo.

El secretario de Estado para el deporte y la alcaldesa de Madrid deben ponerse a trabajar desde ya si el Comité Olímpico nos encarga el mes que viene la organización de los Juegos del año 2020, lo cual parece probable. Conviene no engañarse. El deporte cumbre en los Juegos Olímpicos es el atletismo y sería lamentable que acudiéramos instalados en la mediocridad que hemos demostrado en los recientes mundiales.

Los epinicios de Píndaro, su gran poesía coral, están vivos y aletean sobre los Juegos Olímpicos de Madrid, entre la historia mítica de Cirene y la leyenda de los argonautas. «Cuando los dioses nos conceden un resplandor de gloria – escribe Píndaro– entonces nos envuelve una gran luz y la vida es dulce». El poeta, igual que Ana Botella, exalta el poder de la cítara. No sé si a la admirada Ana le crecerá, como a Píndaro, un Tifón, aquel hideputa que no quería saber nada de la cítara y fue sepultado bajo el Etna. De tiempo en tiempo todavía ruge.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.